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Me perdono para avanzar

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Hoy he soñado con ella, y que todo seguía como siempre...

Hoy he soñado que hay abrazos que los curan todo aunque sean producto del subconsciente.

Hoy he soñado que una herida invisible se cerraba dentro de mi.

Hoy he soñado con su sonrisa, y su mirada de siempre, su comprensión.

Hoy he soñado y al despertar sin querer he vuelto a leer sus palabras.


Hoy he sentido un viaje astral queriendo cerrar un ciclo que sin saberlo seguía abierto.

Hoy me siento tranquila y triste a la vez. 

Hoy me he perdonado por lo que fui, por las palabras que no supe pronunciar y el portazo que si supe dar.

No hice las cosas bien, y quiero creer que ahora sí sabría hacerlas.

Y aunque haya cosas que nunca serán igual, me perdono para avanzar.


Lo siento.


El miedo

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¿Me preguntas si tengo miedo? Tengo un miedo terrible.

Mientras intento pensar en otras cosas, en dar pasos hacia adelante sin parar ni un solo instante a pensar, a desvanecerme en cosas de aquí y allá, algo se apodera. Cuando tengo un sólo segundo para detenerme a descansar me atormentan esos miedos que se plantan para hacer eco dentro de mi cabeza.

Terror infinito, desde que nació Aurélie tengo la sensación de que el mundo se hace como un monstruo enorme y yo me hago cada vez mas pequeñita. Lucho por mantenerme en pie, sin flaquear en absoluto. Y cuando a penas consigo mantener mi propio equilibrio todo se descontrola, entonces aparecen esos pensamientos punzantes que tanto temo. 

La muerte, como concepto, como algo que está ahí, la mía, la tuya, la suya, la de cualquiera. Algo que se ha vuelto tabú en mi propia realidad, y cuando tengo pequeños sorbos de tranquilidad vienen para atemorizarme y deborarme. Primero poco a poco, y luego de forma atroz.

La situación es tan delirante que me dan miedo las cosas más simples; salir ahí fuera, coger el coche, vivir. 
En mi cabeza; mientras intento levantar un muro inmenso de cemento, siempre hay algo que se filtra y consigue desquebrajarlo una vez más. Y entonces me pregunto; ¿me estaré volviendo loca?, ¿es algo que se suma a mi nueva responsabilidad?, ¿con el segundo se multiplica el miedo?...

Aún recuerdo cuando escribí esta entrada "antes de dormir", donde hablaba de esos pensamiento que me acechaban justo antes de conciliar el sueño, y ahora, lo hacen a todas horas.

Me he vuelto demasiado sensible, cuando antes lo era pero a otro nivel. Ahora me siento vulnerable por completo. Me río de mi, de mi yo pasado que lloraba por las esquinas los desamores, descencuentros y falta de comprensión.

Ahora, ahora sólo quiero estar aquí, quiero vivir todo esto, quiero vivir cada momento y cuanto más quiero vivir, más miedo le tengo a la muerte.

Me da vértigo pensar en ese momento en el que vuelva al trabajo, enfrentarme con la muerte de frente. Hasta ahora estar en Anatomía Patológica siempre me había servido para esconderme del mundo, para hacerme fuerte escondida tras una coraza de impasibilidad. 

Cuerpos sin vida. 

Jamás me había planteado lo que había detrás, detrás de esos niños que yacen sobre una mesa fría y de metal. Ahora, ahora sólo pensarlo, tiemblo y me echo a llorar. Aún quedan unos meses para volver a esa rutina, unos meses para hacerme fuerte, o al menos saberlo sobrellevar.

Dicen que la materindad te cambia la vida, y yo solo puedo reafirmarlo.

Ya te digo si cambia...

Anhelo las palabras

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No puedo evitar sonreír cuando pienso en volver a escribir.


Cuando siento que lo necesito casi como aire para respirar, esa forma de dejarse llevar. De perder por unos instantes todo contacto con la realidad.

A veces siento que tengo tantas cosas por decir y sin embargo la nada más absoluta. Y pasan los días, los meses y sigue esa nada invadiendo cada hueco en blanco de los días pasados.

Escribe, escribe donde, cuando y de la forma que sea. Escribe en tu cabeza, en las notas de audio, en las paredes, en los recuerdos o en lo que aún está por llegar. Escribe y no dejes de hacerlo jamás. Me susurra esa voz interior que no cesa de hablar, a veces lento y muy bajito. A veces nerviosa, escupe sus ideas y me inunda la cabeza de nuevos propósitos que quedan en esa lista interminable de cosas por hacer.

Lo que se quiere hacer y se deja siempre para el final. 

A veces pienso que esto es como un buen postre. Pero los buenos postres deberían comerse al principio cuando el hambre nos devora desde el interior. Y sin embargo como todas las cosas buenas siempre se deja para el final.

¿Pero… y si ese final nunca llega?

de ahí eso de… No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.


Y yo digo… escribe, escribe donde, cuando y de la forma que sea, pero escribe!


Después de la tempestad...

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La maraña de hilos que se extiende hacia mi vista me molesta, me perturba esa manía que tiene la gente de hacerlo todo ultra complicado, de no dejar vivir en paz a los demás. Sobre una calma y un orden ya pre-establecido desde mucho antes de su inoportuna llegada.

Estoy harta, de seguir en silencio asintiendo algo que sinceramente detesto.
Y lo detesto a gritos sordos que no se oyen, pero que son tan claros que si salieran a la luz dañarían todo a su paso. Todo aquello que prende envenenado y nos envuelve día tras día.

Odio la gente que no es feliz y quiere hacer infeliz a los demás. Compartir su desdicha, pues para eso si podrían presumir de ser buenos compañeros, pero para nada más.

Así que me quedo sentada mirando otra vez como todo se vuelve de color gris, negro, y una oscuridad en el horizonte viene a una velocidad imposible de esquivar. Vamos a ser devorados por el paso del caos a nuestro pies. Y nadie, nadie será capaz de hacer entender, a oídos necios y cabezas huecas, que mucho saben de un tema pero poco de la vida real.

La que vence a nuestros pies cada maldita mañana, la que va guiada por cada uno de los pasos que damos hacia adelante, hacia atrás y hacia los lados.

B A S T A.

Basta de ser tan asquerosamente egoísta, basta de llenar de porequería allá donde conducen cada uno de sus pasos. Basta de creerse el ombligo del mundo, de actuar bajo la ilógica más absurda jamás conocida. Personas que deciden lo mejor para cada uno, sin ni si quiera saber el significado de bien y mal. Correcto e incorrecto. Error o acierto. Tratar de crearse un hueco en este mundo pisoteando a los demás.

Y volvemos aquí, viendo como los días pasan y nada de lo que acontece parece mejor de lo vivido con anterioridad, me atrevería a decir que todo lo contrario.

Miramos y echamos de menos, miramos y lamentamos todo lo que estamos a punto de experimentar para el bien de cuatro gatos que no sabe nada de una verdad, real como la vida misma. Espero ansiosa el día de la bofetada final, y ese día, brindaremos por vuestras desdichas, como vosotros brindáis ahora por cada una de vuestras falsas hazañas.


Después de la tempestad, la calma.

Recuperar el sentido

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Quedarse con lo bueno y lo malo, las veces que fallas, que sientes ese pequeño atisbo de soledad rodeando cada partícula de tu ser.

Las cosas buenas que nos pasan, la alegría, las sonrisas, esa vida guay que llevamos tras una lente continua, el afán de enseñar solo una parte y quedarse con la mitad.

Pero a veces también existe la parte mala de las cosas, la visión que todo el mundo quiere esconder, el silencio de lo que no gusta. La vergüenza, lo que no hace falta decir.

Como todos, también tuve uno de esos momento donde no todo está bien, donde parece que eres esa pieza del puzzle que no encaja en ningún sitio.
Donde buscas y no logras encontrar, ese no sequé, ese que se yo. Sin embargo falta, un hueco se instala y decide quedarse ahí, alimentándose de ti, de esas pocas ganas de seguir intentando, de buscar el fracaso, de tocar fondo.

Hace cuatro años escribí algo, algo que vivió mas de la oscuridad que de la luz.
Y que hoy me atrevo a compartir con el mundo.

Me falta el aire, me sobran ganas, me aburre todo y nada me calma.
No entiendo absolutamente nada de lo que ocurre a mí alrededor. No sé nunca de que vala gente que se me acerca. No me fío ni de mi sombra. Dudo a todas horas y pocas cosas son las que me impresionan. Detesto llegar a límites que son capaces de torturarme constantemente la cabeza.
No soporto encontrarme en un mundo del que ya no pertenezco. Vivo lejos, y ni siquiera sé lo que siento. Ahora es blanco, pero tranquilo, que en medio segundo será negro. No me mantengo y siempre me acecha el miedo.
Vivo en lo ajeno y planto mis sueños en un desconocido. No me detengo y siempre pienso, por si al parar muero. No soy silencio, ni ruido, ni aire, ni frío. Siempre a la sombra que el sol me quema. No me entrometo, y sin hacerlo me salpica. Busco diferencia, pero el tiempo me inquieta. Jamás acabo nada de lo que empiezo, me aburro a medio camino, y todo deja de tener sentido. Busco nuevas metas pero pierdo el interés cada dos por tres.
Tropiezo doscientas veces con la misma piedra y siempre vuelvo al mismo lugar, así caer de nuevo. (Esperando no volver a fallar). Me ausento y me distraigo con lo que los demás no son capaces de ver. Si me gritas muerdo, y si no, estaré a la defensiva. Procuro ir más allá, pero tú quédate quieto, que no te dejaré entrar. Tengo ojos que no se sorprenden al mirar, donde antes veían un mundo, ahora solo ven porquería. Ladrillo a ladrillo, levanté un muro, que dudo alguien, pueda derribar. No busco avenidas, pero si callejones estrechos con única salida.
La tristeza se apodera mucho más de lo que quisiera. La soledad no lo mejora, pero nunca se me dio bien pedir ayuda. Y es que me siento rara, que nada me llena y todo pende de un hilo casi invisible, que al tocarlo todo tiembla. Cuando busco comprensión, acabo buscando solución a problemas de los que no soy parte implicada.
Estoy cansada,de ahogarme en mi propia saliva, de silenciarme cuando en realidad quiero gritar. De que la ira me corroa y se haga con el control de mis actos. De que me cueste tanto respirar, que el dolor me oprima el pecho y no saber que lo produce. Que las heridas supuren cuando creí que ya estaban cerradas. Y sobre todo estoy cansada de tratar de salir, cuando en realidad se que tarde o temprano volveré a entrar.
Odio sentirme así, tan fuera de lugar.


Ha llovido mucho desde entonces, se han vencido todas y cada unas de las barreras impuestas por uno mismo. Somos dueños de nuestras desgracias, esas que escogemos creyéndonos los más sabios del planeta, y que en un instante nos golpean fuerte contra el suelo.
La fuerza, la persistencia de querer ir contracorriente de esa visión del mundo donde no quisiéramos estar. El querer ser un poco mejor cada día, el camino, no el destino.
Y mirar hacia atrás, embobada escuchando una voz ahogada de sorbos de realidad, y no reconocerse.

No reconocer a esa chica que habla y dice una verdad que fue pero que ya, no es.

La chica de la sonrisa eterna me mira, sonríe y asiente.


Ahora, sí.

Voy a comerme el mundo a pedazos,
saborear cada instante como si fuese la primera vez.

Sentarme a escuchar el silencio,
y aprender de lo que pasa ante mis ojos
disfrutar de mi verdad más autentica
y exprimir al máximo cada segundo sucedido.

Voy a sonreír, voy a sentir.
A impulsarme con mis propios latidos,
y a dejarme llevar a la deriva,
a donde me lleven mis propios pasos
a disfrutar del sentido de una vida, que gira, gira y gira.

Pero siempre hacia arriba, a lo alto de la cima.

Carteles de motivación


Antes de dormir.

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     Dicen que a medida que te haces mayor le pierdes el miedo a la muerte, o que consigues habituarte a la idea de que esto se acaba. 

      Recuerdo la primera vez que fui totalmente consciente de ello, la posibilidad de en cualquier momento desaparecer de la faz de la tierra para no volver jamás. Ahora estás, ahora no. 
Es un choque tremendo de ideas, de pensar que eres azúcar y que a ti estás cosas jamás te podrían pasar a ser consciente de que a quien le toca le toca.

      Ahora mismo me encuentro en el punto más álgido de ese temor, y sin motivo, pues aún no tengo hijos y el miedo a perderme todo ese crecimiento. No es el miedo de mi propia muerte el que me preocupa, es el hecho de no estar preparado a los sucesos espontáneos. A no superar perdidas próximas repentinas.

      Mi cabeza vuela, de un lugar a otro. Se pausa en la noche debatiendo luchas sin causa ni razón. Sensaciones que no son reales pero como si al pensarlas las convirtiera en algo existente.

      Sucumbo, las lágrimas asoman de mis ojos, el cansancio me gana y caigo en el poder del sueño. Pensando en cosas vanas, voy dejando atrás el surco irremediable de nuestro último destino.




Cerrar los ojos, coger impulso y respirar hasta que duela.

A veces se resume en ser simple.

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Puede que a veces todo se resuma en relajarse, en no centrarse en la parte negativa, o en dejar de preocuparse más de la cuenta. 

En hacer, y pensar menos, en estar más focalizado sobre lo que se está realizando que el simple hecho de creer lo que se pudo hacer.

A veces las cosas se resumen en la simplicidad. En la tranquilidad de dos personas que se limitan a conversar sobre cosas banales, o sobre inquietudes personales. 

A veces tan solo se resume en escuchar, en amar lo que uno dice, de la forma que lo dice y empatizar sobre su conjunto.

Es tan sencillo como creer en todo eso que se tiene delante, en observar, y decir: ¡esto es justo lo que quiero, de la forma que lo quiero!



Y cuando te miro a ti, cuando te veo expresarte, cuando entiendo lo que dices y lo comprendo a un nivel más elevado. Me siento cerca.


Cerca de abarcar un punto en el que todo lo que surja a continuación solo pueda ir a mejor.


Y esto es; justo lo que quiero, como lo quiero.


Ainara.



Aquí. Ahora.

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Después de tanta película.

Reivindico vivir aquí, en esto que se le llama el ahora. 

En los pasos que conducen nuestros pies. En la senda que nos lleva a algún lugar. En disfrutar de ese camino, sin la mirada perdida en un verbo que no vuelve. Y en mirar, sentir y poner la vista sobre todas esas cosas que forman el concepto de un presente. 

Y si, porque no, porque ahora me despierto más feliz de lo que he sido nunca. Porque ahora me invade un cosquilleo y emoción permanente por cada cosa que contemplo, por cada sensación que anida en mi cuerpo. 

Me estremezco, y tengo esas ganas inmensas de comerme el mundo, degustarlo lentamente.

Porque me siento plena, y me encanta el camino por el que me llevan mis pies.


Y así de rápido lo digo. Me siento a mirar como el sol se posa tras las montañas, y me siento a escuchar la lluvia caer sobre el cristal. Y observo, y tal como observo siento.



Menos pasado y más presente, porfavor.




Ainara.

El placer de escribir sin escribir.

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Me descentro, y acabo dejando este lugar. Y no quiero, pero tengo tantos sitios en los que evadirme que me falta tiempo.
Para inventar mundos. Historias que deben ser contadas. Y me falta tiempo para explicar, las sensaciones, las cosas cotidianas que se anteponen en mi camino. Y sigo, deseando que llegue el momento de poner el botón en pause. Aposentarse en la silla, colocar mis dedos sobre el teclado y dejarme llevar.
Cuánto lo echo de menos, y no, no creo que se deba a la falta de inspiración pues se desborda y sale de mil y una formas. No es que me pase el tiempo en otras cosas y no me quede aliento para aquí. Es esa pereza que me acompaña el cuerpo, ese tremendo fallo de dejarlo todo para luego. Más tarde, o quizás mañana, y la hora nunca llega en realidad.

Lo mejor sería invertir en propósitos, como los del nuevo año. Aunque sean locuras transitorias y ganas de gritar palabras que carezcan de sentido. Pero hacerlo un habito. Un momento de mi yo-conmigo y echarlo a volar.




Sentirse fuerte, como un espíritu libre que recorre sin miedo la senda.
Torbellino de sensaciones, universos extendidos a millones de kilómetros de distancia.
Ser así, como el payaso de la clase o la reina bañada en lagrimas.
Pero ser y sentir, como si no hubiese un mañana. Sólo un hoy permanente.
Tan sólo un presente.




Ainara.

Paso a paso

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Medito en silencio y me acepto, o al menos eso intento. Bloquear esa parte de mi que trata de fastidiarme constantemente. Y utilizar ese potencial que tengo de retener, procesar, ordenar y emprender, para algo positivo. El auto-control de ser quien quiero ser. Yo misma.

Pero un yo entero, que acepta lo que venga y que de alguna forma se repite eso de "lo que sucede, sucede". Sin trampas, sin colisionar sobre esas cosas dañinas. Pero como toda transformación, lleva un proceso.

Es así, que entiendo, y acepto que aquellas cosas que se dijeron en algún momento, fueron reales. Se dijo lo que en ese preciso instante se sintió, y no se pueden negar, apartar o hacer ver que jamás existieron. Todo era nuevo, diferente, algo inusual. Decir sin conocer de verdad.

Ahora bien, entiendo que el merito esta en el presente, en el aquí. En este momento en el que después de conocer todo lo que conocemos, después de la experiencia y el camino recorrido tras el tiempo. Se es capaz de decir esas mismas palabras, sabiendo que ahora tienen un significado. Algo más real. Más auténtico. Con la sabiduría, la forma de contrastar lo que ya conocemos y sentirlo de una forma mayor, porque cada día que pasa, a cada paso que dan las agujas del reloj, nos hacemos más sabios. Y con ello, el valor de las cosas adquiere su sentido.

Nadie dijo que sería fácil de entender, a veces simplemente la mente se cierra y solo vemos lo que  nosotros mismo nos proponemos. No todo siempre tiene que ser negro, ni blanco, ni gris.
Por eso hablo, hablo conmigo misma, y trato de escucharme, comprenderme y corregirme. Y entonces hay momentos, en los que la mente cede a mis palabras y entre abre su puerta para dejarse ayudar. Ver las cosas desde una claridad, y no la parte oscura de mi ser.

Paso a paso.

Ainara.




Ganas de escribir; resurgiendo.

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Miro, observo este lugar tan quieto de palabras nuevas.
Las viejas sueltan ese olor a libro que aguarda el paso de los años en un estante.

Y sin embargo avanza esa estación del año que tanto ansío; los colores tenues, cálidos. Anaranjados colores de otoño que se nivelan al paso de las hojas que caen y se deslizan suavemente por el aire. 

¿Podéis escuchar el sonido de las hojas crujir? Están aquí; dentro de mi cabeza, de la tuya. En el ambiente.

Este lugar necesita resurgir de las sombras, como lo hace el verano al morir, y el otoño al revivir cada partícula que yace adormilada entre los surcos de mi piel. Al contraste de las bajas temperaturas, que descienden, ahora un poco y luego más. 

Y así de esta forma, esas ganas que tengo de volver a escribir, necesita ver la luz, ahora un poco y luego más... y más, y más..


TuYo.

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Estamos en silencio, y las agujas del reloj se clavan en nuestro tímpano arrastrándose lentamente hasta clavar en seco un segundo tras otros.

Sigilosas siluetas de pensamiento se pasean revoloteando por los rincones oscuros de la habitación. 

Se quiebra el silencio, tras romperse el cristal que mantiene intacto el color, el talante, el olor, el sentido y las emociones. 

Divagamos sobre teorías extrañas de mesas y seres humanos, aprendemos, escuchamos y dejamos que el latido marque el tiempo establecido., de risas, de lágrimas y de arrebatos incontrolados. 

Y de esas guerras de cosquillas; tregua, y vuelta a empezar. 

Sonrío, tiemblo. La seriedad nos inunda y volvemos a las miradas tiernas, a los ojos que se deprenden tras el velo que esconden esos pensamientos. De silencio, y agujas que se arrastran, de latidos que marcan el tiempo, y que se detienen para dejarnos escapar..  

a nuestro lugar.


La brújula interior

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Lo dimos todo, todo y más, para ser lo que somos y llegar hasta aquí.
Decidimos, nuestro camino, a veces erróneamente, otras de forma acertada.
Y sin embargo estamos aquí, en este punto, donde nuestros pasos se han cruzado. Todo se ha alineado, absolutamente cada partícula que forma este universo a conspirado para llegar justo al instante; donde el tú y el yo se funde, y desaparece para formar un tuyo, bien junto, donde ni el aire se atreva a pasar.
Se halla en una burbuja suspendido, esperando esos magníficos pasos que lo eleven y lo vuelvan inalcanzable, fuera de lo común. Tan grande y tan especial, que jamás nadie osará colocarse a su nivel, porque ni siquiera habita en este lugar.

Llegará la tormenta, el diluvio universal, querrán estallar esa burbuja que yace pendida en el aire. Después llegará la calma, el calor y la tranquilidad. El sol nos alimentará y nos dará la fuerza para seguir hacia delante sin volver la vista atrás. Con sus pasos en falso, las equivocaciones, con los diálogos mal llevados, con todo; de lo bueno lo mejor, los momentos de ternura, y esos instantes dignos de enmarcar. Compartiremos, y lo haremos a la par. No te diré sin miedos, porque los habrá. No todo será bonito, ni mucho menos perfecto, pero si algo te prometo, es que será real.



Y es que todo lo demás, carece de sentido en este no-lugar.

Ainara.

Soliloquio de astillas imperceptibles.

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Astillas que rozan con la punta de mis dedos, se quiebra el silencio y el sonido de las gotas de una noche de primavera.

El calor baja y el frescor del ambiente nos envuelve, nos da vida, nos acoge y nos entiende.

Las palabras trémulas escondidas bajo tímidos anhelos que velan por lo sueños que se cuelgan de mis labios; el ser excepcional y desdibujarse de cualquier silueta que pueda a día de hoy alcanzarme, siquiera rozarme.

Por encima, en lo alto, arriba, justo en la cima. [Valorarse. Valorarme.] Una palabra que se repite reiteradamente, tan extraña y familiar. Tan juguetona, tan puñetera, se filtra, se cuela entre las rendijas y se escapa ante mi cuerpo, mis ojos y entre mis dedos. Sujétame fuerte, ahora, que las espinas me miran y quieren devorarme. Sujétame y no me sueltes, que los silencios vuelven, los miedos me acechan, y el valor poco a poco se desvanece.

Ainara.


La absoluta verdad; de la que todo el mundo opina y nadie cree.

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Se debió perder en el mar, en el norte a mitad de la frontera, se perdió justo en el bosque, empapada de silencios rotos y corduras quietas, que entreabría sus labios al temor de un mañana ausente. Y se esconde para no tener que ser, y se sumerge poco a poco para no tener que ver. 
Entonces bajo un tintineo de bomba latente, se extrae de los cimentos y surca hacia arriba para vencer. Los miedo, el rencor, la situación. Cuando todos callan, cuando todos hablan, cuando miran y se delatan, o cuando ni si quiera miran. Están y fueron, tal como lo hicieron dejarán de hacerlo. Cuando la importancia de uno mismo se anteponga a los demás, cuando la valentía no tenga cabida en este no-lugar.


Recordarás ese dicho tan real; "Cuando el carro se haya roto muchos os dirán por donde no se debía pasar."

Que digan, que opinen, que callen, que otorguen, que obliguen. 

Que siempre escogeré el camino correcto. 

El que yo decida, y nadie más.



He vuelto,
Ainara.


Lucha interna

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No reconozco a esa chica, de mirada enrojecida y ojos vidriosos, o puede que me resulte tan familiar que por ese motivo la odie tanto. La desconocida que mira tras el cristal de lo que soy incapaz de comprender. Quién es y porque vuelven sus lágrimas a ser tan crueles, y su angustia a brotar por su garganta  Cuando aparece y desaparece sin motivo, cuando distorsiona una realidad tan bella de admirar, y la destroza en mil pedazos con sus vaivenes dolorosos de cabeza.

La detesto, detesto lo que siente y aún más no saber el motivo. Sus recaídas a lo hondo, apartarse del mundo. Y mi voz vacía de ruido grita por dentro, se desgarran los deseo de unos brazos cálidos que la mezan y la devuelvan de nuevo a un aquí certero. Que le recuerden todo lo bueno. El cariño, el aroma y los besos, lo que le ha sido robado y nublado de su pensamiento por una razón que se descontrola. Dejar de sentir eso que se le ha metido dentro y le impide recordar lo que es real. Que se vayan los fantasmas, los demonios que se retuercen en el interior y con ellos se lleven el vacío aniquilador, y esos llantos de rabia que la invaden por momentos.

No reconozco a esa chica, de mirada enrojecida y ojos vidriosos. Que creí jamás volver a ver y ahí está, la desconocida que mira tras el cristal.


Desaparece.

Ponerse en el lugar...

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Que pasaría si fuese yo, la que describiese con palabras lo que mis ojos han visto hoy. Que sucedería si de esas imágenes borrosas fueras un 'tú' devastador que cae y se descuelga. Que pasaría entonces por tu cabeza, como justificarían tus ojos que lo que ven tan solo es una coincidencia, cuando ni siquiera crees en tal afirmación. Que en realidad eres tú el que sacas las cosas de contexto y eso es simplemente lo que es.
Los que ven, y miran sin ver de verdad. Los que posan sus ojos ante el mundo y no ven en su interior. Los ignorantes; jamás formamos parte de algo tan insignificante. Jamás lo hice, ni lo voy a hacer. 
Los que se quedan con la parte superficial de lo que se muestra, y se conforman impasibles ante un montón de poesía abstracta difusa.

Y entonces estoy yo. Que cuando miro me rompo, y cuando me rompo siento. 

Sinceridad

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Observo y me detengo cuando el tiempo se aquieta y el mundo va perdiendo el sonido poco a poco. Sigilosa bajo una mirada que a veces parece distraída, dedico toda mi atención hacia un punto. A veces no me ve, a veces finjo que no sé y otras simplemente admiro y callo.

Todas y cada una de las palabras, de los hechos, de los detalles insignificantes que me van atrapando con sutileza. Cuando miro y siento que mis ojos ven, y lo que ven es real. La distorsión no existe, me destilo poco a poco bajo un manto de percepciones que me lleva a la deriva y decido dejarme llevar.

Admiro su forma de ser, su encanto natural. La forma en que me hace reír, y no pensar en nada más. Me fascinan sus planes, sus ideas y esas ganas de comerse el mundo. Me hace temblar cuando me mira, me toca y me transmite lo que siente. Me deslumbra cada día un poco más, cuando descubro quien y como es. Sus gustos, sus pasiones, sus pequeñas alegrías y el modo de reaccionar ante situaciones complejas. Me hace perder el norte cuando me siento entre sus brazos, y desear que el tiempo se pare por un instante eterno cuando estamos juntos.

Apareció y desde entonces no concibo un despertar sin su pensamiento. Y cuando a solas me pregunto ¿qué es lo que tiene...? Sonrío y me respondo; todo.

Todo lo que siempre he deseado.


Es lo que es

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Puede que ya estuviera allí, donde el tiempo no tiene cabida ni lugar. Puede que quisiera permanecer allí toda una eternidad, estirarse en el suelo y observar. Todo lo conseguido, todo lo adquirido; conocimientos, lecciones, nuevas pautas para seguir hacia delante.

Era la misma, aquella chica que se sentía valiente ante los miedos que le querían vencer. Era silenciosa y se distraía mordiéndose las uñas para acallar un nerviosismo que no transmitía. Tan apartada del mundo y de la realidad.

Quería seguir allí vislumbrando lo que viniese a continuación. Pero ya no estaba sola, ahora su burbuja se entreabría al exterior. Dentro de su mundo, donde las cosas nunca eran lo que parecían. Dentro de su rareza extraña que unos pocos comprendían.

Ahora todo eso restaba dentro de aquella mitad que sin desaparecer, se compartía. Emprendía para dar paso a un nuevo episodio, y una nueva historia con ganas de empezar. Aquello ocurrió un veintiocho, pero no un veintiocho cualquiera. No para ella, y menos para mi.


Un antes y un después, 
que en mi recuerdo yace 
y en mi presente permanece. 


Cierro los ojos

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Las ideas vuelven a fluir, y mis dedos a escribir.

Cierro los ojos, con fuerza. Se dilatan los sentidos, y se expanden las emociones que agitadas me remueven por dentro. De adentro hacia afuera para sentir la autenticidad máxima de los rincones desconocidos que me pertenecen. Para conocer cada una de las células y cada uno de los lugares que me corresponden. Se estremece en mil pedazos la calidez de sus encantos en mi pensamiento, cada movimiento recordado provoca ese cosquilleo persistente donde todo sienta mejor.

Me quedé muda, y admirada por los detalles, la belleza de las cosas insignificantes. Y quise saborear cada instante descubriendo que el siguiente sabía mejor que el anterior, no me distraje, no quise perderme ni una sola letra que formaban las palabras que provocaba en mi, siluetas de sensaciones desbordándose en un presente único y especial.

Cierro los ojos con fuerza, y me dejo llevar por su sonrisa, por sus labios, sus gestos, su mirada, sus manos acercándose más y más. Y sentir, como si no hubiera un lugar, como si todo lo demás dejara de tener importancia y centrarme en ese instante. En un tiempo único que no se desliza y pausado me estremece queriendo perder el sentido de las horas, y las ganas de quedarme ahí ignorando lo que ya no me importa y dedicando cada intervalo de mi atención en sus palabras, su sonrisa, sus labios, sus gestos, esa mirada y esas manos acerándose más y más.