"Quiero seguir siendo la niña que fui. La que sonríe y destapa un halo de ternura. La que se mira entre las fotos y sigue reconociendo ese aire de desenfado y silencio, marcado por la timidez de unos labios que se entre-abren al mundo temblorosos pero llenos de energía."
Los libros ilustrados me inspiran, me inspiran tanto que volaría a un universo paralelo y me quedaría allí inventando historias que nunca fueron y debieron existir.
Me quedaría absorta observando desde un rincón todas y cada una de las cosas que aparecen ante mis ojos. Y escribiría, lo haría sin parar hasta que el cansancio se apoderara de mis dedos y estos, no pudieran más.
Es por eso que, me siento tan feliz cuando algo cala en mí.
La niña silencio, nunca dice nada aunque su cabeza siempre parlotea... A de alondra, B mece al bebé, C como un cisne. Y mientras recita esas palabras en silencio yo me duermo entre sus brazos y quedo prendada. La acompaño en sus días de luz y oscuridad para que no se sienta sola en este mundo, a veces, tan cruel...
No sé si son las ilustraciones de Benjamin Lacombe, el texto delicado y tan duro a la vez de Cécile Roumiguière, o tal vez el conjunto de esa explosión. Que me hace pensar en ese libro y lanzarme de lleno a una ternura extrema de tristeza, melancolía y soledad. A la tranquilidad prematura de un presente inexistente, de querer cambiar el mundo y sucumbir al lugar de los sueños donde reina la paz.
Aunque la temática sea tan triste y salvaje como es el maltrato infantil, la reflexión tan vivida de esta historia no dejará a nadie impasible. Con el fin de que el niño silencio hable y evitar que se repita esta historia una y otra vez.
¿y quién dijo que los cuentos tan sólo eran para los niños?
Los cuentos son para todo aquel que se atreva, a soñar
o en este caso,
a reflexionar sobre una dolorosa realidad.