La detesto, detesto lo que siente y aún más no saber el motivo. Sus recaídas a lo hondo, apartarse del mundo. Y mi voz vacía de ruido grita por dentro, se desgarran los deseo de unos brazos cálidos que la mezan y la devuelvan de nuevo a un aquí certero. Que le recuerden todo lo bueno. El cariño, el aroma y los besos, lo que le ha sido robado y nublado de su pensamiento por una razón que se descontrola. Dejar de sentir eso que se le ha metido dentro y le impide recordar lo que es real. Que se vayan los fantasmas, los demonios que se retuercen en el interior y con ellos se lleven el vacío aniquilador, y esos llantos de rabia que la invaden por momentos.
No reconozco a esa chica, de mirada enrojecida y ojos vidriosos. Que creí jamás volver a ver y ahí está, la desconocida que mira tras el cristal.
Desaparece.
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