El silencio le tiembla en las manos, resbalan las sensaciones de cada cinco segundos, tres suspiros.
Se ve renacer en un lugar diferente e improvisado que le invita a sentirse en plenitud absoluta y a morderse los labios cada vez que le apetezca. Mira, y cuando lo hace vuelve a sentir como se clavan las palabras silenciosas tras su nuca, tras su espalda, bajo la piel.
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Bajo la mirada brillante de unos ojos que demuestran más de lo que los labios se atreven a pronunciar, se pasea alzando un pasito tras otro, encontrando firmeza bajo sus pies.
Te sonríe y te cala los huesos. Un estado contagioso permanece rodeando su silueta, y entonces la ves y trasmite todo eso que jamás pudiste imaginar. Los imposibles no existen volvió a recordar. Decidió dejarlo atrás, alzar la cabeza, mirar su reflejo y admirar todas y cada una de las cosas que había conseguido.
Estaba cerca muy cerca, de esa metafórica cima inventada que yacía bajo su pensamiento. Objetivo de un momento, y una simple escalera de peldaños significativos que la separa de su meta. Saborea cada instante, cada segundo, cada pausa y cada sensación. Saborea con intensidad y se deja llevar porque ahora cada sonrisa cuenta, [una historia nueva].
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