Que absolutamente nadie tiene derecho a hacerme sentir tan poca cosa, porque no me lo merezo y no es verdad. Trato de hacerlo lo mejor posible, de mirar hacia delante levantar la cabeza y seguir fingiendo que estas cosas no me importan. Pero a quien quiero engañar, las emociones me llevan a la deriva.
Siempre pongo mi mejor cara, escucho y trato de ser comprensiva, aunque las palabras que llegan a mi son como hojas de doble filo que se clavan en mi interior.
Yo no he buscado complicarme la vida, de verdad que no, sólo me dejo llevar por los sentidos. Esperando que sea correspondida de la misma forma, pero solo me topo con muros, muros infranqueables, que dejan entre ver que si, pero luego de golpe como una bofetada inesperada viene un no. Un no sin fundamento, un no vacío de choerencia y lleno de duda.
Siempre pongo mi mejor cara, escucho y trato de ser comprensiva, aunque las palabras que llegan a mi son como hojas de doble filo que se clavan en mi interior.
Yo no he buscado complicarme la vida, de verdad que no, sólo me dejo llevar por los sentidos. Esperando que sea correspondida de la misma forma, pero solo me topo con muros, muros infranqueables, que dejan entre ver que si, pero luego de golpe como una bofetada inesperada viene un no. Un no sin fundamento, un no vacío de choerencia y lleno de duda.
No tengo ganas de andar fingiendo que todo está bien, cuando no es así. No me apetece hacer ver que todo me da igual, cuando soy incapaz de quitarme ciertas cosas de la cabeza. No tengo ganas de forzar algo que yo no he elegido, ni quiero.
Sin embargo quiero que las cosas empiecen a tener ese sentido, ese aliciente que me devuelva la sonrisa, y ni siquiera sé por donde empezar.
Hoy lo veo todo demasiado grande, demasiado inalcanzable. Hoy sólo tengo ganas de meterme en la cama cerrar los ojos y que llegue mañana.
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