Estiro cada extremidad de mi cuerpo, siento el contacto de las sabanas tras la espalda. Lentamente tumbada, coloco una almohada bajo la nuca. Cierro los ojos. Imágenes impregnan en segundos la oscuridad. Ya no formo parte de este lugar. La respiración se acelera tras el torbellino de sensaciones que recorrer en todas direcciones.
De forma tranquilizadora, como un baño de alivio empiezo a sentirme bien. Liberada, extasiada, entusiasmada, con cada uno de los pensamientos que recorre por mi mente. Me siento fuerte. Capaz.
Por unos instantes siento la culminación envolviendo cada átomo de mi ser. Y es ahí donde quiero permanecer. Caminando firme bajos mis pies, con la cabeza alta, la mirada penetrante y la eterna sonrisa dibujada en los labios. Quiero seguir mirando. Degustando todas y cada una de las escenas que suceden ante mi presencia.
Abro los ojos.
Casi puedo ver el destello que irradia en mi interior.
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