No sé si es por este día de mierda. Debido a las hormonas, o este dolor de cabeza insoportable que no me deja. O las tres cosas juntas.
Levantarse un día por la mañana, contenta, feliz, por varios motivos o puede que por ninguno en concreto. Con ganas de una nueva jornada. Hago todo lo posible y lo imposible para que absolutamente todo funcione de la mejor manera. Intento tapar, el malestar migrañoso, poner buena cara, armarme de fuerza y ayudar a los demás. Y recibir tantos palos seguidos... me parece injusto. Demasiado.
Ir por la vida tratando de solucionar y sobrellevarlo todo con tranquilidad. Buscar una coherencia una normalidad donde no la hay. Y encontrarme con situaciones como las de hoy, donde las cosas poquito a poco se van acumulando; primero pica, luego escuece y al final del día duele.
Lo he dicho tantisimas veces en este blog que ya me cansa... Yo voy a la mía sin meterme en la vida de los demás, dejo que la gente haga lo que le venga en gana. Me limito a seguir mi camino, procurando pasar desapercibida lo máximo posible. No trato de llamar la atención y después me doy a la fuga. Si estoy, estoy ahora y dentro de un rato.
Hoy es uno de esos días en los que de comerme el mundo paso a sentirme de lo más insignificante, de esos días en los que en vez de espaldas necesito abrazos. En esos días en los que necesito a un amigo y no tanto ser despreciable y egoísta.
Dicen que a base de palos se aprende, por supuesto que se aprende... a no tener corazón.
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