Deja que fluya, y que el viento se lleve lo que se tenga que llevar.

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Tengo que confesar que tardes de zumo, sol y sofá me encantan. Esos pequeños placeres diminutos que refuerzan notablemente el estado de ánimo. Una dosis de energía y olvidarse de esas otras cosas que hacen desequilibrar una balanza nivelada con gran esfuerzo. 

A veces las soluciones son tan básicas como un buen diálogo, una comunicación fluida que coloca a cada persona en su lugar. Puntos de vista diferentes, buena crítica, saber entender y tratar de buscar aquello que vaya más acorde con nosotros. Aunque para todo esto hay que estar receptivo hay que saber encajar los golpes y llevarlos de la mejor forma posible. No siempre se está de buen humor, a veces nos ahogamos en un vaso de agua, e incluso vemos una mancha negra donde sólo hay blanco. La tendencia a la complicación.

En ocasiones miro hacia atrás y me pregunto donde quedó aquella chica que pasaba absolutamente de todo. Bueno, no lo hacía a posta, simplemente no lo veía. Me limitaba a ir haciendo, encerrada completamente en esa burbuja intraspasable, opaca y dura como el acero. Sé muy bien cuando cambió, recuerdo aquel momento del antes y el después. Puede que por ese motivo, entre otros, guarde tanto rencor hacia esa persona que me pidió que entre-abriera mi mundo al mundo. Lo hice y desde entonces no he vuelto a ser la misma.

Fui feliz, muy feliz. No lo voy a negar. Pero me volví vulnerable, frágil y de cristal. Sentí dolor, un dolor fuerte y puntiagudo en lo más profundo. Dije que esa sería la única vez, y de echo así ha sido. Ahora reacia pongo un muro delante, a veces soy gélida y distante. La inseguridad me acecha, veo todo lo que antes mis ojos no sabían ver. Me preocupo por todas esas cosas que antes no existían. Veo humo donde hay un aire fresco y puro. Desconfío, y me escondo tras un silencio demasiado ruidoso. 
Trato de volver a ese punto de partida, pero la cabeza siempre va más rapido que yo. Los pensamientos son misiles sin carga fuera de control. Es una autodestrucción que afecta todo lo que se pone a mi paso. Cuando la lucidez me embriaga lucho contra esa fuerza interna que me impide encontrar esa felicidad, esa que sentí una vez y que ahora yo solita me empeño en sabotear.


El problema... el problema soy yo.

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