Otro punto de vista.

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Esta es una de esas entradas que se contradice totalmente con la anterior. Se podría decir que la anterior es la que habla desde las emociones, y está desde una lógica, el subconsciente. Una pequeña dosis de realismo. 

Quizás no debería cerrar esas puertas que se abren ante mí. No volverme tan reacia a las nuevas oportunidades que aparecen. Que podrían llegar a ser incluso igual de tentadoras, o quizá más. Supongo que una parte de mi tiene miedo a que suceda eso. A que tenga que escuchar esa voz interior que me diga; te lo dije.

Pero las cosas que siguen su curso de forma ya sea pausada o a velocidad normal, deberían ir de menos a más. Y no este torbellino de picos descontrolados, que menguan a medida que pasa el tiempo. 
Aunque se me vea de lo más soñadora, no espero grandes logros. Tan sólo unos mínimos, eso que me haga sentirme a gusto y no a veces bien y otras ignorada completamente. 

En realidad es más sencillo aunque reconocerlo sea como sentir una patada en el vientre. Si ni siquiera esos mínimos salen de uno mismo ( las ganas de hablar, de saber de alguien, de verse, de decir tonterías), es seguro que no hay nada que hacer. Que aunque yo si sienta esas ganas de estar ahí ya no es suficiente. Y me revienta el hecho de que haya cambiado todo en un espacio tan corto de tiempo.

Las cosas no son como a uno siempre le gustaría, y parece que yo en este tema sigo con la misma suerte. Y aunque no sea de las que va tras algo que no llame mi atención lo suficiente, quizás un mínimo esfuerzo me saque de esta ceguera y me haga ver que ahí fuera hay alguien que si sepa ver en mí esas ganas de hablar, de saber de mí, de verme y de decir tonterías.
Pero en este momento, no es lo que quiero.

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