Hay días en los que amaneces completamente apático, o más bien desanimado. Las mañanas que casualmente suelen ser amenas y divertidas, se convierte en horas eternas que no pasan jamás. A veces tus ojos te sorprenden con una nebulosa visión húmeda que no puedes evitar, y un sentimiento más bien triste, por un motivo que bien conoces o que por el contrario desconoces por completo.
Una voz ajena me ha despertado de la sombra diciendo; a ti estas cosas antes no te pasaban. Tiene toda la razón, a mi estas cosas no me pasaban. Porque tenía problemas de verdad por los que preocuparme. Porque estaba tan empeñada en buscar mi propia felicidad, que no hallaba momento para invertirlos en rompecabezas casi imposibles de resolver. No se pueden forzar las cosas, lo que tiene que ser será, y si no lo es, es que no era para mi.
Hace unos años tenía a mi lado una persona que me quería como yo no supe querer. Una casa que era mía; nuestra. Tenía esas responsabilidades que tanto tiempo había estado esperando, y con los que me sentía realmente orgullosa. Sin embargo no me sentía plena, no era feliz. Decidí ir en busca de lo que realmente me haría feliz, subir dirección directa a la cumbre. Y hasta que no lo conseguí no paré. La peor parte ya estaba hecha, y al fin mis esfuerzos habían sido recompensados. Es ahí, y sólo ahí cuando me di cuenta de lo tremendamente feliz que me puedo hacer. Sin la necesidad de necesitar un apoyo. De sentirme plena, vislumbrando el paisaje desde lo alto de la cima. Lo tenía todo, todo para sentirme capaz de cualquier cosa, decidiendo por mi misma, dueña de mi propia existencia.
Caí al pie de la montaña. ¿y qué?
Me he demostrado tantísimas veces de lo que soy capaz. Que aquí se me presenta una nueva oportunidad. De signo Capricornio, así que en el fondo de mi la dirección que sigo siempre es hacia arriba, hacia lo más alto. Y aunque, baje me lo tomo como un reto, y vuelvo a subir. Soy de esa naturaleza. Y creo que ya es hora de seguir mi camino hasta alcanzar mis expectativas. Hora de tumbar los miedos, y plantar cara, de mirar por encima de los hombros y sentir esa reina que hay dentro de mi.
Y ahora, más que nunca, me siento completamente capaz.
Señoras, señores, nos vemos en la cumbre!
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