Reinventarse o morir.

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A estas alturas no voy a entrar en preguntas tontas, respuestas absurdas y mucho menos reflexiones que no llevan a ninguna parte. Cada uno sabrá lo que se hace.

Del mismo modo que el que se empeña en que sea su saco de boxeo, y se tome la libertad de tratarme mal porque si, me da igual. Ya no voy a molestarme por cosas que ni siquiera tienen importancia. Porque el grado de importancia de un asunto es el que tu le des realmente.
Quizás esté en plan pasota, o quizás es que ya he llegado a mi límite, y en vez de cabrearme adopto una postura que sólo puede beneficiarme, ya lo dicen, hay que buscar la parte positiva de las cosas negativas, y yo soy una experta. También soy una experta en evitar todo eso que de alguna forma, pueda dañarme, y cuando hablo de dañarme, hablo de sentir esa punzada dentro de mí. 

Para que sufrir, para que sentirse menos cuando se es más, mucho más. 

Para que darle a nadie la satisfacción del mal ajeno, en todo caso no será el mío.

El horario caótico que ha adoptado mi cuerpo me está matando. Cansancio emocional. Cansancio físico. Los lunnis son mis amigos. Pero como toda cosa mala, tiene su parte buena, no tengo tiempo para pensar en esas cosas que probablemente no tengan solución, en inventarme un desastre universal para ahogarme en él. No puedo, no cabe dentro de mi mente. Invierto el tiempo en las clases de optimismo dospuntocero, que tanto me hacen falta. Invierto el tiempo en miradas que quizás no significan nada. Invierto el tiempo en sonrisas. En cosas absurdas que me llenan lo suficiente. 


Y por ahora, me sirve.





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