Sin tapujos

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Bastan tres mil y un segundos 
para desvanecerme entre el vacío extremo 
de una madrugada que se distrae 
bajo siluetas en la oscuridad.

Dicen por ahí, no muy lejos de aquí. 
Que lo que se tuerce vuelve.

Que las melodías me abrazan y se funden en mi piel. 
El calor de su ausencia arrebatadora
que me alimenta el pensamiento 
cuando las horas se vuelven de textura eterna. 

Y me derrito con el cálido silencio abrasador 
que amontona cada uno de los recuerdos 
y me hace tocar el cielo,
con cada uno de mis dedos...

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