Una vez más.

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Demasiado tiempo malgastado pensando que tal vez en mi interior se hallaba una descoordinada sensación, una pieza fuera de lugar que lo dejaba todo patas arriba. Mucho tiempo malgastado buscando soluciones absurdas, tratando de hallar perfectas simplezas que lograran hacer de la sencillez algo fácil, bueno y atractivo. Muchas noches en vela tratando de buscar respuestas a preguntas impronunciadas, por miedo, cobardía o simplemente pereza pura y dura. Muchos segmentos en blanco indecisos y sin explicación se hallan anclados suspendidos en el aire tratando de hallar una maldita salida en este laberinto envenenado de tanta tontería. Para finalmente darme cuenta que el problema no lo tengo yo. No. Cuando después de por activa y pasiva saber que día tras día se lo que quiero y me mantengo, día a día temo las mismas cosas que un pasado reciente y un futuro próximo. Día a día me embarco en los mismos pensamientos, en las mismas apetencias y sigo arraigada el sendero guiada por cada maldita sensación que anhela cada célula de mi cuerpo. No. El problema no soy yo. 

El problema lo tiene el que no es capaz de mantener su cabeza firme en un sitio, el que se mantiene anclado en un punto y no deja que sus ojos y su cabeza vayan más allá. El que se estanca en un pasado lejano, falso y bastante distorsionado de la actual realidad. El que se miente una y otra vez. El que a pesar de todo no aprende y vuelve a caer. El cobarde que dice no, pero en el fondo sabe que si.

La chica de la sonrisa eterna me susurra al oído y yo asiento. Sabiendo con total seguridad lo que va ocurrir. Pero tiempo, ese tiempo al tiempo ya muy lejano. Ese tiempo que ya no se si me queda para invertirlo en quedarme sentada, comer palomitas y vislumbrar lo que se acerca. 

Una vez más.



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