No siempre es lo que uno ve.

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El frío me cala los huesos, enfría mi ser y lo proyecta al exterior. Me he puesto esa máscara que ya no consigo quitar, se ha pegado, se ha fundido a mi piel. Ese cosquilleo adormecido que recorre cada partícula que desconozco de mi misma. Me quema por dentro. Quiero salir corriendo y por más que cojo velocidad no consigo que se despegue de mi esa sensación. Me persigue, me inquieta, me tiene atrapada. Confundiendo a ojos ajenos, haciendo creer que soy de una forma a la que no quiero pertenecer.

─ ¿Ves a esa chica que siempre se aleja, mira al suelo y va sola?; es así, le gusta ser así. 

La obligación no es una opción escogida. Ser extraño, sentirse diferente, encontrar que todo conduce a otro lugar donde la opción de ser alguien no es posible. Cansa. Luchar a favor de unos ideales, que por más que quieras que sean tuyos, está claro que no lo son. Se puede cambiar hasta cierto punto. Estirar una cuerda hasta que se tensa y se rompe. En pedazos, se queda una, cuando el desconsuelo es mas casual que la propia casualidad.

Esta libertad a veces asfixia. Estas ganas tan enromes de querer formar parte de algo. De sentirse pleno, completo, lo que sea, pero que sea real.



Y es que, caminar en círculos, no es divertido.



Ainara.

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