He aprendido a reservarme lo mejor para el final. Que no siempre es bueno decir lo que uno piensa.
He aprendido que cuanto más se sabe, menos atención se presta. Y que repetir ciertas palabras, hace que carezcan de valor. He aprendido que lo bueno suele estar en lo insignificante. Que las señales si existen, y en el verdadero valor de los detalles. He aprendido donde está mi propio límite. A decir sí, a decir no, a decir basta.
He aprendido a mantenerme, a pesar de los pesares. He aprendido a dominar la empatía. He aprendido a ver la parte positiva de las cosas negativas. He aprendido a tener paciencia, a respetar las decisiones ajenas y a esperar. He aprendido...
He aprendido a callar, a decir lo justo....
"Si callas, leeré tus gestos."
ResponderEliminarNo debes aprender a mantenerte porque no deben haber pesares. Mantenerse no es la solución. No tiene que haber opción a necesitar mantenerse.
Evidentemente:
Las señales sí exixten. Y los detalles son lo más.
Repetir palabras, según cuales, puede ser un aliciente muy substancioso.
Reservar lo mejor para el final..., por qué? imagina que nos pasamos esperando a que llegue ese final y nunca llega. ¿Cuándo vas a disfrutar de lo mejor? Igual dejar lo mejor para el final no es lo conveniente siempre. Empecemos por el postre.
Sólo pueden pasar un par cosas; que sea lo más tremendamente dulce, apetecible y maravilloso que hayas podido imaginar o que por el contrario, te atragantes. Fifty-fifty.
Los límites, se los pone uno mismo o en cualquier caso, si no es así, para qué están? Los límites están ahí para saltárselos. Como las reglas. Tú ya lo sabes. Y si tras varios intentos siguen dando negativas y contruyendo más y más, y más barreras, es que no vale la pena saltarlos.
De verdad.
Como dice mi abuela... "la paciencia, es la madre de la ciencia."