Siempre queda el recuerdo del sabor de los días tranquilos, diferentes. Aventuras que esperan su momento. Así que me alejo de aquí, y retrocedo en el tiempo. Hoy me apetece escribir, no de ahora, ni de mañana. Me apetece escribir sobre entonces, sobre ese lugar mágico donde se vislumbra tan sólo un trocito de cielo. Sí, es un valle, uno de esos rodeado de montañas.
Carretera, horizonte y más carretera. Todo lo demás desierto, kilómetros de campo llano que se funden más allá de lo que la mirada alcanza.
Directos a otro paisaje, uno de esos, donde todo es totalmente diferente. Naturaleza aquí y allá. Verde, sobre naranja, amarillo, marrón y de nuevo otro verde. Una sinfonía de colores, que te invitan a descansar.
A unas tres horas y poco en coche, se encuentra un lugar en el que el tiempo poco importa, donde tan solo te apetece estar ahí fuera, mirando esas casitas aranenses. Donde el cuerpo te pide café bien caliente.
Visita obligada de una forma u otra, estando por la zona es Sort, y después de un lapsus de recuerdos muy vagos, tengo que decir que no, no tiene nada más aparte de la lotería. Bueno, supongo que el negocio destellante que me llamaba a gritos, quizás el dorado, o las luces del techo simulando ser un cielo estrellado. No sé, pero algo allí dentro me llamaba. El rebost de la bruixa d'Or. Una buena taza de chocolate negro y blanco mezclado con un toque de avellana. Y un buen plato de melindrus, que no falte.


Trayectos de piedra, raíz, árbol y otra piedra. Escuchar, sentir y vivir la naturaleza tan cerca. Respirar tan puro que duele. Para acabar deleitando tus ojos, con paisajes de ensueño.
Seguir subiendo, la cascada de la ratera y el estany de la ratera: un lugar para dos.
Sin duda una de las mejores épocas escogidas, donde el frío aún no llega. El sol calienta pero no quema, y la escasa lluvia ni molesta.
Esta aventura termina, pero sin duda, otra nueva espera, a la vuelta de la esquina.
Ainara.
Pd: de mayor quiero ser un árbol naranja..
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