Después de la tempestad...

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La maraña de hilos que se extiende hacia mi vista me molesta, me perturba esa manía que tiene la gente de hacerlo todo ultra complicado, de no dejar vivir en paz a los demás. Sobre una calma y un orden ya pre-establecido desde mucho antes de su inoportuna llegada.

Estoy harta, de seguir en silencio asintiendo algo que sinceramente detesto.
Y lo detesto a gritos sordos que no se oyen, pero que son tan claros que si salieran a la luz dañarían todo a su paso. Todo aquello que prende envenenado y nos envuelve día tras día.

Odio la gente que no es feliz y quiere hacer infeliz a los demás. Compartir su desdicha, pues para eso si podrían presumir de ser buenos compañeros, pero para nada más.

Así que me quedo sentada mirando otra vez como todo se vuelve de color gris, negro, y una oscuridad en el horizonte viene a una velocidad imposible de esquivar. Vamos a ser devorados por el paso del caos a nuestro pies. Y nadie, nadie será capaz de hacer entender, a oídos necios y cabezas huecas, que mucho saben de un tema pero poco de la vida real.

La que vence a nuestros pies cada maldita mañana, la que va guiada por cada uno de los pasos que damos hacia adelante, hacia atrás y hacia los lados.

B A S T A.

Basta de ser tan asquerosamente egoísta, basta de llenar de porequería allá donde conducen cada uno de sus pasos. Basta de creerse el ombligo del mundo, de actuar bajo la ilógica más absurda jamás conocida. Personas que deciden lo mejor para cada uno, sin ni si quiera saber el significado de bien y mal. Correcto e incorrecto. Error o acierto. Tratar de crearse un hueco en este mundo pisoteando a los demás.

Y volvemos aquí, viendo como los días pasan y nada de lo que acontece parece mejor de lo vivido con anterioridad, me atrevería a decir que todo lo contrario.

Miramos y echamos de menos, miramos y lamentamos todo lo que estamos a punto de experimentar para el bien de cuatro gatos que no sabe nada de una verdad, real como la vida misma. Espero ansiosa el día de la bofetada final, y ese día, brindaremos por vuestras desdichas, como vosotros brindáis ahora por cada una de vuestras falsas hazañas.


Después de la tempestad, la calma.

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