Soliloquio de astillas imperceptibles.

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Astillas que rozan con la punta de mis dedos, se quiebra el silencio y el sonido de las gotas de una noche de primavera.

El calor baja y el frescor del ambiente nos envuelve, nos da vida, nos acoge y nos entiende.

Las palabras trémulas escondidas bajo tímidos anhelos que velan por lo sueños que se cuelgan de mis labios; el ser excepcional y desdibujarse de cualquier silueta que pueda a día de hoy alcanzarme, siquiera rozarme.

Por encima, en lo alto, arriba, justo en la cima. [Valorarse. Valorarme.] Una palabra que se repite reiteradamente, tan extraña y familiar. Tan juguetona, tan puñetera, se filtra, se cuela entre las rendijas y se escapa ante mi cuerpo, mis ojos y entre mis dedos. Sujétame fuerte, ahora, que las espinas me miran y quieren devorarme. Sujétame y no me sueltes, que los silencios vuelven, los miedos me acechan, y el valor poco a poco se desvanece.

Ainara.


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