Historias ajenas de las que aprender

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Me gustan las sorpresas, sobretodo de esa clase de personas de las que no esperas nada, porque quizás no están en un mismo plano, porque a lo mejor se encuentran a mucha distancia, pero no literalmente hablando. Personas que no te deben nada, que no les incumbe lo que tu hagas o dejes de hacer. Personas que no tienen absolutamente nada que ver contigo. Y ocurre que un día, precisamente de esa persona que jamás piensas que se pueda percatar de tu estado de animo. Te mire a los ojos y te diga, tu; tú no estás bien. Y pasan los días y día tras día, vienen acompañados de más sorpresas. Un toquecito en la espalda, unas palabras de ánimo, son segundos, nada, a veces un simple gesto, algo, algo que cambia tu estado a un poco mejor. Y entonces llega ese día, en que de esa persona que no esperas nada, más que un simple hola y adiós diario. En su rato libre se sienta a tu lado, y te dedica unas palabras. 

Me contó que un filosofo decía; imagina un depredador tras su presa, la manada de presas corre evitando cada una ser cazada, en el momento que el depredador consigue su presa. Todos los demás se relajan. Ahora bien, imagina eso mismo con los seres humanos, en el momento que el depredador consiguiese cazar a uno, los demás correrían a esconderse, una vez escondidos tan solo se lamentarían y sufrirían sabiendo que los próximos serán ellos. Los seres humanos estamos hechos para sufrir. Cuando en realidad sería más simple vivir el aquí y ahora. Vete a la playa, coge una cerveza pon tu mente en blanco, y disfruta del paisaje.
En el momento que te des cuenta de que tu mente vuelve a maquinar, sal. Distráete. Coge esa rutina, y la próxima vez que te ocurra inconscientemente sabrás que hacer.

Bueno, yo valoro mucho estos gestos. Me gusta que las personas me aporten algo en mi vida, me enseñen valores, me dejen poder expresarme. Me gusta tener conversaciones que me hagan sentir plena. Me gusta que alguien me dedique esos minutos tratando de enseñarme que ahí fuera hay mucho por descubrir. Me gusta esta clase de espontaneidad. 

Me contó muchas más cosas, cosas de su país, de la guerra, vivencias, cosas que después de ser escuchadas, mis problemas, mi tortura absurda dejó de tener importancia. 

La teoría la tengo clara, ahora la práctica.
Vivir el aquí y ahora.


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